"Soy la maldita mejor dama que ha existido."
La Primera Dama del cine en blanco y negro, como se la conocía a veces, tuvo siempre un marcado carácter que a menudo dificultaba sus relaciones con sus compañeros de reparto, y en general con los equipos que acompañaban en las películas. No dudaba en quejarse cuando algo no la gustaba y tampoco se esforzaba en disimular con aquellas personas hacia las que sentía un profundo desagrado. Por ejemplo, dos actores con los que interpretó a lo largo de su carrera fueron: Humprey Bogart, a quien consideraría un hombre grosero, bebedor y tremendamente aburrido; y Joan Crawford, de quien dijo que "No la mearía aunque estuviese ardiendo en llamas".
Este indomable carácter provocó conflictos contractuales entre la Warner y la actriz alrededor de 1937, época en la que Davis dejó Estados Unidos y se marchó a residir a Inglaterra.
Sin embargo, la actriz había logrado triunfar en Hollywood, donde su personalidad era bastante popular,y al final la Warnar se plegó a los deseos de Davis para recuperarla.
A lo largo de su carrera ganó dos Oscar (Jezabel y Peligrosa) pero llegó a ser candidata al Oscar a la mejor actriz en otras nueve películas. Otros galardones destacados que recibió fueron, en 1977, el premio a una carrera concedido por el American Film Institute, (la primera vez que lo recibió una mujer) y en 1979 ganó el Emmy a la mejor actriz.
Tanto como mujer y como actriz, Davis era una mujer fuerte e intensa. Tuvo que hacer frente a una vida personal mucho más frágil. Su madre se mantuvo con ella muchos años, apoyándola y aconsejándola pero su hermana pequeña acabó encerrada en un psiquiátrico a raíz de los celos por el éxito de su hermana, y que no podía igualar. Se casó cuatro veces y sus matrimonios tuvieron siempre grandes dificultades por la gran fama que Davis acumuló con el paso de los años.
En la pantalla, Bette Davis se transformaba. Independientemente del papel que tuviera que rodar la cámara solo captaba la transformación de la actriz en su personaje y no dejaba que sus sentimientos personales influyesen en su actuación. Como ya he dicho, despreciaba tanto a Bogart como a Crawford, y aún así aceptó trabajar con ellos. Su capacidad al actuar la hizo ganarse el respeto de los círculos profesionales que perdonaron ese indómito carácter a cambio de poder ver esos ojos suyos en pantalla, que transmitían todo aquello que el guión no podía.