domingo, 15 de abril de 2012

Bette Davis

"Soy la maldita mejor dama que ha existido."

La Primera Dama del cine en blanco y negro, como se la conocía a veces, tuvo siempre un marcado carácter que a menudo dificultaba sus relaciones con sus compañeros de reparto, y en general con los equipos que acompañaban en las películas. No dudaba en quejarse cuando algo no la gustaba y tampoco se esforzaba en disimular con aquellas personas hacia las que sentía un profundo desagrado. Por ejemplo, dos actores con los que interpretó a lo largo de su carrera fueron: Humprey Bogart, a quien consideraría un hombre grosero, bebedor y tremendamente aburrido; y Joan Crawford, de quien dijo que "No la mearía aunque estuviese ardiendo en llamas".
Este indomable carácter provocó conflictos contractuales entre la Warner y la actriz alrededor de 1937, época en la que Davis dejó Estados Unidos y se marchó a residir a Inglaterra.
Sin embargo, la actriz había logrado triunfar en Hollywood, donde su personalidad era bastante popular,y al final la Warnar se plegó a los deseos de Davis para recuperarla.

A lo largo de su carrera ganó dos Oscar (Jezabel y Peligrosa) pero llegó a ser candidata al Oscar a la mejor actriz en otras nueve películas. Otros galardones destacados que recibió fueron, en 1977, el premio a una carrera concedido por el American Film Institute, (la primera vez que lo recibió una mujer) y en 1979 ganó el Emmy a la mejor actriz.

Tanto como mujer y como actriz, Davis era una mujer fuerte e intensa. Tuvo que hacer frente a una vida personal mucho más frágil. Su madre se mantuvo con ella muchos años, apoyándola y aconsejándola pero su hermana pequeña acabó encerrada en un psiquiátrico a raíz de los celos por el éxito de su hermana, y que no podía igualar. Se casó cuatro veces y sus matrimonios tuvieron siempre grandes dificultades por la gran fama que Davis acumuló con el paso de los años.

En la pantalla, Bette Davis se transformaba. Independientemente del papel que tuviera que rodar la cámara solo captaba la transformación de la actriz en su personaje y no dejaba que sus sentimientos personales influyesen en su actuación. Como ya he dicho, despreciaba tanto a Bogart como a Crawford, y aún así aceptó trabajar con ellos. Su capacidad al actuar la hizo ganarse el respeto de los círculos profesionales que perdonaron ese indómito carácter a cambio de poder ver esos ojos suyos en pantalla, que transmitían todo aquello que el guión no podía.














sábado, 14 de abril de 2012

Clark Gable


La primera película en la que vi a Gable fue en Lo que el viento se llevó. A través de Rhett Butler descubrí un actor sonriente y seductor, que era muchas cosas pero nunca un caballero.
Y ese Rhett Butler que logró encandilarme se convirtió en Gable.
William Clark Gable fue un actor cuyo talento natural y una gran dosis de suerte le abrieron las puertas de Hollywood. Primero se convirtió en un actor profesional gracias a la mediación de la actriz y directora de teatro Josephine Dillon. Años más tarde fue Lionel Barrymore, que quedó impresionado con el joven actor, quien le puso en contacto con la Metro Goldwyn Mayer.
Una vez dentro del negocio, ni las "orejas de murciélago" que tanto le criticaron en su época pudieron impedir su éxito.
Se trataba de un actor que imponía tendencia sin pretenderlo. En Sucedió una noche, película con la que ganó un Oscar, el actor creó la moda entre los hombres de vestir camisetas de tirantes blancas al dormir (como las que llevaba su personaje en la película) cuya venta se disparó tras el estreno de la película.
A partir de 1935, el actor se disputaría con el renombrado Spencer Tracy el título de "Rey de Hollywood". Finalmente, gracias a encuesta popular, Gable ganaría un título que no le afectaría en gran medida tal y como declaró: 
"Esto del "Rey" es una estupidez. Sólo soy un vago de Ohio con suerte. Sucedió que estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado".
Con una medio sonrisa llena de secretos y ojos juguetones, Gable logró personificar al modelo varonil en muchas de sus películas, siempre con el romanticismo tierno del enamorado de fondo. En su vida privada se parecía en muchos sentidos a este tipo de personajes: se casó repetidas veces, pero cuando falleció su tercera esposa, Carole Lombard, Gable cayó en una depresión que le llevó a servir en la segunda guerra mundial y dejar el cine temporalmente.
Fue un hombre carismático con un gran magnetismo que le ayudó mucho a lo largo de su vida, y ese mismo magnetismo supo transmitirlo a lo largo de su carrera, con lo que se ganó el favor del público.
Donde la rigidez de otros actores les impedían alcanzar la simpatía de los espectadores, Gable consiguió caer bien a pesar de sus bromas y sus roles de bribón.
Moriría con 59 años, (su último deseo fue que le enterraran junto a su amor, Carole Lombard) dejando para el recuerdo la figura del hombre que intenta enmascarar su bondad con cierta torpe tosquedad y un encanto seductor.

 



sábado, 7 de abril de 2012

Audrey Hepburn



Audrey Hepburn comenzó sus pasitos como artista en el teatro decidida a ser una bailarina de ballet. Acabó en el cine encandilando con su rostro dulce y sus ojos brillantes que eran la delicia de los primeros planos que a menudo la hacían en sus películas.
Hepburn es una de esas actrices que con solo mencionar su nombre acepto ver la película, aunque la haya visto mil y una veces.
Más que talento inaudito creo que ella poseía una atracción inusual. La pantalla la quería y a través de ella, todos los espectadores que la veían.
Era una mujer alta con uno de esos portes y gestos que la convirtieron en un diva sin pretenderlo. Mientras en su vida privada luchaba por tener niños y ser feliz en sus matrimonios, ante la pantalla parte de la fragilidad y tristeza que cargaba en su vida real la conferían aún más magnetismo.
Cuando pienso en Audrey Hepburn pienso en una mujer de constrastes. Me resulta melancólica por su aire de solitaria, pero alegre como una niña sonriendo.
En todas sus películas vemos ese contraste de niña adulta, serie y alegre que enamora a su pareja de reparto en la ficción. En Vacaciones en Roma se libera del peso de una corona para disfrutar de la libertad de no estar ceñida al protocolo; en Cómo robar un millón la vemos emprender un plan absurdamente cómico para proteger a un padre aún más absurdo; en Desayuno con Diamantes nos olvidamos del oficio de su personaje para compadecernos por su soledad y reírnos con sus ocurrencias.
Sin embargo, siempre es Audrey Hepburn.
No importa el papel que interprete, cuando aparece su rostro en la pantalla el espectador ya la reconoce. Igual no recuerda el nombre, pero sabe que la conoce. Después de verla actuar, no recordamos a la princesa que se quitaba los tacones, ni hablamos de la hija de un falsificador; lo que recordamos es cómo sonreímos cuando esa mujer con cuerpecito de bailarina encuentra su final feliz.
Y ese era el encanto de este rostro en blanco y negro, no lograr introducirse en el alma del personaje, si no en el del espectador.

viernes, 6 de abril de 2012

Rostros para el recuerdo

Querer hablar de cine es poder hablar de tantas cosas como elementos conforman el séptimo arte.
Desde la fotografía, el maquillaje, el vestuario, el sonido, directores... basta con imaginar la larga lista de premios Goya y Oscar para entrever el gran pluralismo temático del cine.
Por supuesto siempre es más fácil comentar una película, si me ha gustado o no y por qué, o intentar quitar el trabajo a nuestros profesionales realizando la mejor crítica cinematofráfica nunca antes vista. Pero si soy sincera, a mi ni una ni otra cosa me parecen fáciles, asi que he optado por hablar de aquello que siempre me llama la atención de las películas: los rostros que veo en ellas.
Creo que a la mayoría de las personas nos sucede que cuando intentamos recordar una película, lo primero que se nos viene a la mente son los actores y actrices que han trabajado en ellas.
Igual no recordamos sus nombres, o simplemente nos da igual, pero si queremos hablar de una película tendremos el rostro de un actor asociado a ella.
Pero, ¿por qué en blanco y negro?
Es sencillo, quiero recordar esos rostros que ya no se ven en taquilla, esas caras que recordamos en blanco y negro y, con suerte, pasando al color. Porque el cine de hoy ha nacido de esos rostros que lo comercial ha borrado del recuerdo; porque cuando aún no se consideraba un arte el cine tenía solo dos colores.

"Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista"
-Oscar Wilde- 


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